
Un paisaje de ensueño, arena de marfil bañada por un calmo mar turquesa y columnas de palmeras verdes que se encaprichan en bordear la costa desbordan la vista en esta zona turística de República Dominicana, un país insular que comparte territorio con el empobrecido Haití. Apenas se pisa el suelo dominicano, su gente conquista el alma del viajero con una sonrisa siempre dispuesta y un ritmo tropical que les marca el pulso cardíaco. Punta Cana es la región hotelera del país que a lo largo de kilómetros de playas blancas rinde homenaje al Caribe, situada en el extremo sudeste de la isla a la que arribó Cristóbal Colón cuando pisó América por primera vez.
En la tierra donde se gestaron los últimos cinco siglos de la turbulenta historia del continente las aguas son mansas. Las olas apenas se insinúan con un vaivén tímido y el mar transparente devuelve una nítida imagen de la punta de los pies. Por eso es tan común ver a turistas de todos los idiomas practicando snorkeling en la costa, donde los peces de colores se resbalan entre las piernas y las estrellas de mar son de un naranja tan intenso que parecen de utilería.
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la capital
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